Había ya probado varias cosas, sin contar la clásica leche de toda la vida, porque mis padres creen que seré mejor si como variado: pollo, ternera, calabacines, judías verdes, patatas, zanahorias, mandarinas, sandías, peras, plátanos, manzanas, melones, naranjas, cereales, etc. Además, la Vieja se empecina en que estas cosas son más ricas bien mezcladas, y me hace unos menjunjes entre pollo, mandarina y patatas, por ejemplo, que tiene gusto al plástico que los contiene, con que el sabor final es un imposible indiferenciable.
Pero, en un claro ataque de locura, Esa Voz Grave me dió dulce de leche casero. Es decir, lo hizo y me lo dió mientras decía pavadas, como siempre, en principio por falta de azúcar (en él, porque en lo que me dio no creo). Y.... claro, sospecho que el haberlo probado es haber comenzado un camino de ida: ¡¡es algo supremo!! Mejor, incluso, que la leche misma. Ahora me haré el hipoglucémico, a ver si me dan más. ¡Qué buena es la vida con esto!