Debo contenerme para contar esto con objetividad: como era de suponer, sufrí discriminación por mi color de piel. Resulta que hace poco vi una chica pálida como la muerte: era blanca. Se me acercó y me dijo: "Hola guapo. ¿Qué, nunca habías visto alguien como yo? Es que soy de chocolate". Su voz era cálida y seductora, como la del demonio. Obviamente, era extranjera. Como recordé las sabias advertencias de mis padres sobre la discriminación y sobre todo lo que implica el ser negro, me dio un canguelo terrible su malicia y sus aparentes buenas intenciones, obviamente fingidas.
Sí, sé que mis lectores creen que soy muy valiente, y eso no es del todo falso, pero de todos modos lloré. Lloré de terror por primera vez. Mis padres, pobres, estaban aún peor que yo, porque ni siquiera pudieron llorar. Las bocas se les congelaron en algo que, aunque indescriptible, desde lejos y a través de un vidrio muy sucio podría haber parecido una sonrisa. Es que ante esta maligna mujer no supieron qué hacer o cómo actuar, y temieron por sus vidas y por la mía. Pero a Dios gracias que al final ella se contentó con verme llorar, y con eso nomás se apartó.
Hace 3 años
3 comentarios:
Pececito, tengo que decirte algo muy importante: no sos negro.
Tu madre desalmada.
Añadiré más: sos catalán de corazón, aunque tu madre desalmada te llevó lejos del pueblo para nacer.
Tu primer amor.
Pero... ¿qué les pasa a las comentaristas? ¿Es que no se detienen a apreciar el terrorífico relato que les hago? ¿O es que no se toman en serio lo que yo soy: un negro navarro y sudaca?
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